La peor política
Lo ocurrido en Murcia estos días es obsceno. El comportamiento de los tres diputados tránsfugas es deleznable y me produce una vergüenza ajena que no puedo controlar.
La facilidad con la que se han entregado al Partido Popular —a cambio de una consejería para cada uno— no hace más que subrayar la bajeza moral de estos diputados, que además venden sin pudor alguno el acuerdo como «el respeto a la voluntad de sus votantes». Para colmo, los tres fueron firmantes de la moción de censura que presentaron PSOE y Ciudadanos. Pueden pintarlo como quieran, pero el transfuguismo supone la perversión de nuestra democracia y de nuestro sistema electoral. Los partidos políticos son la herramienta que consagra nuestra Constitución para el desarrollo de la actividad política. Si bien es cierto que cuando se vota una lista electoral se está eligiendo a las personas y no a el partido, todas esas personas electas se identifican con el que figura en la papeleta. Es más, el hecho de que se vote una lista conjuntamente y no a los candidatos individualmente refuerza esta idea: esas personas representan a dicho partido en las instituciones.
No hay que dejar de lado al otro protagonista de esta bochornosa historia: el Partido Popular. Ha actuado como una mafia, utilizando el soborno —a plena luz del día— para mantenerse en el poder a toda costa. Además, no han tenido ningún reparo en romper el pacto antitransfuguismo del que ellos —junto al resto de principales partidos políticos— son signatarios.
La moción de censura —una herramienta plenamente legal y legítima democráticamente— se presentó tras una serie de polémicas, entre las que destaca otro episodio vergonzoso, la vacunación del Consejero de Sanidad y de otros altos cargos de la Consejería. Es el aprovechamiento del poder y de los recursos públicos para el propio beneficio, todo ello en mitad de una devastadora pandemia mundial.
En Murcia la peor política está a la orden del día.